lunes, 30 de noviembre de 2015

Aplicando el sentido común en la implantación de un ERP.

A éstas alturas nadie se plantea la idea de que un producto de software destinado a dar una solución integral a una empresa no haga lo que uno se espera que haga.

     Desde que en los 90 se puso la moda entre las empresas de dejar atrás los productos " hechos a mano" y altamente personalizados, dando paso a las aplicaciones estándar que hacían "de todo" ha llovido mucho. Inicialmente habían limitaciones y promesas firmes de desarrollo futuro, pero la masificación de productos y la prisas en hacerse un hueco en un mercado con una demanda muy alta, hizo a muchas compañías a cometer errores estratégicos, e incluso a vender cosas que no tenían, ni sabían tan siquiera como hacerlas. 

     Aquellos que han sobrevivido al cambio de siglo son aquellos que no arriesgaron en su momento, diversificaron su oferta de productos y servicios o bien acertaron en su política de dar algo más: En dar un valor diferencial y un compromiso de desarrollo futuro sin estar en última. Después de 15 años de desarrollo y de evolución, los productos ERP que se diseñaron entonces, tienen hoy en día, unas prestaciones y una solidez fuera de discusión.

     Pero si tan buenos son, tan sólidos son y tantas funcionalidades tienen, cómo es posible que a veces no funcionen cuando se implantan en una empresa?

La respuesta la encontramos en dos aspectos, uno organizativo y otro más subjetivo o psicológico.

    Las Pymes a menudo han mantenido una tradición de mantener una visión empresarial muy personalizada por la propiedad. La visión de los objetivos y la manera de ver las cosas se ha trasladado desde la dirección a la organización. Quizás en su momento tuvo su sentido, pero la evolución de la compañía y del mercado puede haber propiciado que hoy en día quizás ya no sean tan efectivas, prácticas o simplemente que haya una manera mejor de hacer las cosas. Por que se continúan haciendo? Simplemente , porque siempre lo hemos hecho así y nadie se ha planteado que se pueda hacer de otra manera.

     Ésta visión organizativa personal choca de frente con la visión estándar de las aplicaciones ERP, que aunque disponen de una amplio abanico de funcionalidades, ya que se han nutrido de la experiencia de muchas implantaciones multi-sectoriales, siempre se van encontrar con particularidades en momento de plantear una implantación. 

     Todo éste escenario nos lleva a pensar que ya no es importante lo que las aplicaciones hacen o dejan de hacer, sino cómo trasladamos el escenario en que se mueve nuestro negocio y nuestra realidad de gestión, en una aplicación de software que debe acompañar a nuestros objetivos.

El valor estratégico ya no nos lo da la funcionalidad, sino en la manera cómo utilizamos la herramienta....

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